Precipitado es el cariño sobre estas alas asustadas, tratando de resolver los miedos que aún no
sabe y la torpeza de su vientre sin pecado concebido.
Porque toda su miseria se esconde tras cabellos grises y las botas del que castra desenfreno,
pisoteando los versos con su marcha testicular y la leche castradora,
enemiga del hijo que no vive hasta la noche de la madre perdonada.